El momento de la transferencia embrionaria

Ya he hablado de la estimulación ovárica y también de la punción folicular.  Creo que la transferencia embrionaria se merece también un post.

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La culminación de todo el proceso. Es el momento en el que esos embriones que habíamos conseguido en una placa del laboratorio se transfieren al útero para que sigan evolucionando y se implanten.

Pero, ¿cómo se hace una transferencia embrionaria? El día de la transferencia, no hace falta que la paciente venga en ayunas puesto que no hay sedación, salvo en casos muy concretos por algún problema asociado, como el vaginismo o úteros con entradas muy tortuosas. Excepto en estos casos, es un proceso casi indoloro (y digo casi, por la posible molestia de la colocación del espéculo). Lo podríamos comparar con la revisión ginecológica anual.

Normalmente se realizan en salas acondicionadas para la transferencia dentro del mismo laboratorio de Embriología.  La única recomendación que hacemos es que la paciente venga con la vejiga un poco llena porque hacemos una ecografía abdominal que nos permite ver el útero en el momento de introducir el catéter. Y ya sé que es muy difícil de controlar, pero un poco llena no quiere decir «a punto de explotar», quiere decir no hacer pipí desde un rato antes de entrar, con eso ya está bien.  En el afán de intentar hacer todo lo mejor posible, hay pacientes que entran casi llorando por no poder aguantarse más. Y no, esta no es la mejor situación para hacer una transferencia.  La paciente ha de poder estar tranquila y quedarse un ratito estirada después sin problemas.

Lo primero que hacemos, después de colocar el espéculo y poder así ver el cuello del útero, es limpiar los posibles restos de progesterona o flujo vaginal que puedan estar en el orificio de la entrada cervical con un poco de suero.

Los catéteres que se utilizan en las transferencias embrionarias son unas cánulas que acostumbran a tener una vaina externa, más gruesa, que es la que hace de guía, y otra vaina interna muy fina y flexible con la que los embriólogos aspiran los embriones.  Pues bien, el ginecólogo introduce el catéter externo por el orificio cervical hasta que atraviesa el cuello y llega al útero. En esta maniobra necesita la ayuda de un colaborador que realiza la ecografía abdominal mientras tanto, y así el ginecólogo puede comprobar a qué distancia se queda la punta del catéter externo del fondo uterino.

Una vez la vaina externa está dentro, un biólogo saca la placa con los embriones del incubador. Con la ayuda de una lupa binocular (que es parecida a un microscopio de pocos aumentos), utiliza el catéter interno para aspirar una mínima cantidad de medio de cultivo a la vez que también aspira los embriones. Éste es un momento muy especial, ya que los pacientes pueden ver todo lo que está haciendo el embriólogo gracias a una cámara conectada a la lupa. Una vez esos embriones han sido aspirados, el biólogo introduce ese catéter dentro de la vaina que sujeta el ginecólogo, y la dirigirá hasta el lugar más apropiado del útero, donde, con mucho cuidado, se deposita la gota con los embriones.

Una vez finalizada la transferencia, se retiran las dos vainas a la vez y el biólogo comprueba, mediante un lavado exhaustivo del catéter bajo la lupa, que no se haya quedado enganchado ningún embrión. Si así fuera, se repetiría todo nuevamente para reintroducir el embrión que se ha quedado en el catéter, que no ve disminuidas sus posibilidades de embarazo por el hecho de haberse quedado «rezagado». Yo siempre digo que esos son los más rebeldes,  y alguna paciente me lo ha llegado a confirmar con el paso de los años…

Así pues, creo que la transferencia ha de ser un momento para disfrutar y soñar… que los nervios ya vendrán más tarde.

 

 

 

Cuando ya no quedan embriones

Saber que contamos con embriones congelados ayuda muchísimo psicológicamente hablando a sobrellevar la etapa de la espera del resultado e incluso, una prueba de embarazo negativa. De hecho, cuando los pacientes agotan esos embriones que se lograron con la primera estimulación (ya sea en una sola transferencia o en varias) un vacío se apodera de ellos.

Y no es para menos, desaparece la última opción de volver a intentarlo sin tener que pasar nuevamente por todo el proceso de la estimulación. Acechan de nuevo las ecografías, los análisis, los pinchazos, el quirófano… y lógicamente el coste económico.

Cuando ya no quedan embriones

Estadísticamente es relativamente frecuente tener que recurrir a un segundo ciclo.

Y, ante eso, debemos buscar el lado positivo: lo bueno que tiene repetir es que me permite intentar mejorar los resultados viendo cómo respondió la paciente a la primera estimulación.  Podríamos decir que la primera FIV se diseña como un traje de «pret a porter», pero es en la segunda donde podemos hacer el traje completamente a medida.

Aún así, llegados a este punto creo que es muy importante hablar largo y tendido con el especialista, ya que él valorará los datos obtenidos en el primer tratamiento y orientará sobre la posibilidad de empezar un nuevo ciclo; realizar si fuera preciso estudios más complejos intentando buscar el por qué de los fallos de implantación; o incluso, aconsejar sobre otras opciones…

Y si finalmente optamos por repetir, debemos tener presente que la perseverancia es una de las cualidades más importantes de todo este proceso.  Que hayamos perdido una batalla no implica nada.  Hay que ser fuertes y seguir adelante.

«La diferencia entre el éxito y el fracaso a menudo consiste en no abandonar«.

 

El destino de los embriones

El destino de los embrionesCuando hacemos una FIV y tenemos más embriones de los que transferimos, éstos se suelen vitrificar. Así, si la transferencia es negativa,  tenemos la posibilidad de probar con nuevos embriones sin la necesidad de realizar otra vez todo el proceso.

Si, por el contrario, tenemos suerte y conseguimos un embarazo, esos embriones se conservan.  Cuando ha vencido un año desde que se congelaron, el centro envía una notificación para que la pareja decida qué es lo que quiere hacer con sus embriones.  Las opciones entre las que puede escoger son:

1.  Seguir conservándolos para su reproducción

2. Donarlos para la reproducción de otras parejas

3. Cederlos a la investigación

4. Decidir su descongelación sin otro fin.

La opción 1 implica, como es obvio, un pago anual al centro  por el mantenimiento de esos embriones (gastos de nitrógeno líquido, banco de embriones…)

El donarlos a otras parejas  (opción 2) es gratuito y te exime de pagar ninguna cuota, pero por ley, la edad del óvulo del que provienen esos embriones ha de ser menor a 35 años, así que es una opción a la que no se pueden acoger las mujeres que superan esa edad.

En cuanto la posibilidad de cederlos a la investigación, aunque es una opción que aparece en la Ley de Reproducción Asistida, la realidad es que actualmente no existe ningún proyecto de investigación con embriones humanos  ya que los pocos que hay en marcha utilizan embriones de otras especies animales.

Por eso, las parejas que deciden la opción de donarlos a la ciencia han de saber que, en tanto no haya un proyecto al que destinarlos (al que deberán dar su autorización), esos embriones siguen siendo responsabilidad suya, y por lo tanto, deberán hacerse cargo de la conservación.

La última de las opciones, la del cese de la conservación, también está regulada por la Ley.  Para poder acceder a este supuesto, se exigen dos informes médicos ajenos al centro que aseguren que, o es médicamente imposible una nueva gestación o que la vida de la paciente correría grave riesgo en el caso de volver a quedarse embarazada.  En la práctica, afortunadamente, dichos informes se pueden hacer en casos contados.

Sé por experiencia que a muchos pacientes no les preocupa este tema mientras están realizando la FIV, es más, para muchos su objetivo es hacer el máximo número de embriones posible…

Pero también me encuentro con algunas parejas para las que el hecho de generar embriones sí les supone un problema ético-moral importante.  Lo que hacemos en estos casos es fecundar sólo los ovocitos que vamos a transferir y vitrificar el resto de los ovocitos.

Como podéis comprobar, decidir el destino de los embriones una vez generados no es una tontería.  Y debemos ser conscientes de ello.

Los síntomas después de la transferencia

La transferencia embrionaria es el último contacto que tengo con los pacientes antes de saber si ha funcionado o no el tratamiento. Es un momento muy emocionante, la culminación de muchas horas de dudas y miedos, en el que los pacientes pueden seguir todo el proceso, viendo incluso sus embriones por una pantalla. A pesar de haber hecho muchísimas transferencias, reconozco que me sigue pareciendo un milagro de la ciencia…

Los sintomas despues de la transferencia

Una vez hemos acabado, y mientras la paciente está unos minutos en reposo en la misma camilla donde se ha realizado la transferencia, me gusta aclarar los últimos conceptos.

De entrada, que la medicación que están siguiendo no la pueden dejar bajo ningún concepto hasta que sepamos el resultado de la prueba de embarazo y, si es positiva, deberán continuar con esa medicación unas semanas más.

También comento los diferentes síntomas que pueden aparecer en esos días. Siento decir que no existen síntomas específicos de embarazo. Cualquiera de los síntomas que aparecen pueden deberse tanto a un embarazo como a la progesterona que administramos como suplemento a todas las pacientes que se someten a una FIV . Así, si sangro, me duele el abdomen o me duelen los pechos, puede ser que se esté iniciando un embarazo, o puede que no…

Incidiré en el sangrado, por ser el síntoma que más preocupa a todos. A veces la paciente puede empezar a sangrar los días previos a la prueba de embarazo. Algunas parejas creen que si hemos transferido dos embriones y finalmente sólo implanta uno, el otro se expulsa sangrando. No es cierto, si un embrión no se implanta no crece y punto. El sangrado puede deberse precisamente a la implantación del que sí que va a seguir adelante.

Por eso, ese sangrado no necesariamente quiere decir que el tratamiento no haya funcionado, puede aparecer porque ha habido una implantación embrionaria.

Otras veces, desgraciadamente, el sangrado es ya un aviso de que vendrá la menstruación.

El que una paciente sangre unos días antes de la prueba ni descarta ni asegura un embarazo. Sólo podemos esperar y confirmarlo con la realización de una prueba de embarazo (BHCG) en sangre.

Por cierto, voy a aclarar algo que también genera muchas dudas: la BHCG se debe hacer un día u otro en función de la evolución que tengan los embriones transferidos, es decir, que si transferimos un embrión de día +3 se debe hacer a los 11 días, pero si transferimos un blasto (+5) la prueba ya será válida a los 9 días.

Después de esta explicación, intento convencer a las pacientes que no se observen ni se «escuchen» mucho esos días. Sé que es practicamente imposible. Sólo aquellas mujeres que han pasado por un tratamiento de reproducción asistida pueden entender los sentimientos que se tienen esos días. Pero el no dar tanta importancia a los síntomas, nos puede ayudar a sobrellevar mejor la espera.

La calidad embrionaria

Un tema que preocupa mucho a los pacientes es la calidad de los embriones que se obtienen en un tratamiento de fecundación in vitro, y si esa calidad se corresponde después con la tasa de embarazo.

Los biólogos clasifican los embriones en función de unos parámetros basados en su morfología. Revisan, por ejemplo, el número y el tamaño de las células en los diferentes días de cultivo o el grado de fragmentación de estos embriones. Así, esta clasificación (que va de la A a la D) nos ayuda a la hora de seleccionar qué embriones tienen más posibilidades de conseguir una gestación dado que existe una correlación estadística clara entre la calidad embrionaria y la tasa de embarazo (los embriones A y B tienen más probabilidades de gestación).

La calidad embrionaria

Esta es la teoría aunque en realidad esto no siempre se cumple. A veces los embriones «bonitos» no siempre son los que consiguen «El Niño Sano En Casa» (objetivo último de la fecundación in vitro) y al revés, embriones «feos» dan embarazos sin problemas.

Os pondré un ejemplo:

Reconozco que me dan miedo las gestaciones gemelares, y verdadero pavor las gestaciones triples. Por eso, me supone una decisión difícil la de transferir tres embriones. Poquísimas veces he animado a los pacientes a transferirse tres embriones (las podría contar con los dedos de las manos). Siempre tengo en mente a una paciente que insistió en transferirse los tres que le quedaban porque eran de calidad «C» y no había conseguido embarazo en la primera transferencia siendo los dos embriones A. De nada sirvieron nuestras explicaciones, no creía en las posibilidades de sus embriones y quiso ponerse los tres… ¡Y se implantaron los tres!

Con esto quiero demostrar que no debemos menospreciar los embriones de calidad «regular» porque muchos de los niños nacidos provienen precisamente de esos embriones.

Desmontando mitos (II)

Desmontando mitos IISigo con la sección de dudas frecuentes. Uno de los motivos que provoca más inseguridad en la parejas es lo que tienen que hacer después de la transferencia de embriones. Y aunque no hay ningún estudio que avale el reposo domiciliario, son muchas las pacientes que quieren estar dos, tres o incluso más días en casa (y algunas, en la cama). Así, ante la pregunta: ¿Tengo que hacer reposo después de la transferencia? Mi respuesta es siempre las misma:
«Los embriones no se caen». Nos tenemos que imaginar el endometrio donde se van a implantar los embriones como una esponja natural hecha de una red de pequeños vasos sanguíneos. Los embriones van a parar a uno de esos agujeros y se quedan ahí. Se podrán implantar o no, pero no se caen cuando nos ponemos de pie o cuando vamos al baño.
Así que yo recomiendo a las pacientes que estén tranquilas y que lleven una vida normal.
Aunque me gustaría puntualizar lo de «vida normal», porque un día estaba hablando precisamente de esto con una paciente que me preguntó si podía trabajar, y cuando le di todas la explicaciones me comentó que ella se dedicaba a realizar trabajos verticales en fachadas… a ella sí le recomendé que durante unos días no fuera a trabajar.
Pero por lo general, animo a todas las pacientes a intentar llevar una vida «normal» lo antes posible.